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Occidente ya definió ‘su’ candidato en las elecciones presidenciales iraníes para retirar a Irán de la alianza euroasiática

Ya está claro que la apuesta de Occidente en Irán no es la victoria de “su” candidato, sino las protestas internas por los resultados electorales. Que, aunque no derriben a los dirigentes -y no nos referimos al gobierno laico, sino al ayatolá Jamenei- debilitarán en cualquier caso a Irán. Y le obligará a buscar compromisos con Occidente, “reconstruyendo” la estructura de la sociedad y la política exterior para tener en cuenta el actual equilibrio de poder.

 

Por Elena Panina

La alianza estratégica establecida de Rusia, China, Corea del Norte e Irán es un sueño terrible para Estados Unidos, que promete el colapso de todo su “orden basado en reglas”. Por lo tanto, Washington hará cualquier cosa, hasta una gran guerra, para romper este nexo geopolítico. Y, por supuesto, no se detendrá ante una “nimiedad” tan habitual como la desestabilización interna en cada uno de los países de los cuatro euroasiáticos.

Por eso, los centros de pensamiento estadounidenses prestan ahora especial atención a las elecciones presidenciales iraníes. Ven en ellas una oportunidad única para eliminar un eslabón del eje hostil a sí mismo: el Irán multidimensional y saturado de contradicciones.

Occidente ya ha decidido “su” candidato para las elecciones presidenciales iraníes. Se trata de Masoud Pezeshkian, que fue ministro de Sanidad en el gobierno de Mohammad Khatami de 2001 a 2005. Como subraya Foreign Policy, este candidato es el más popular en Irán, y su apoyo del 25% no deja de crecer -al menos según Occidente.

Cabe destacar que el asesor de Pezeshkian en política exterior es Mohammad Zarif, cuya orientación prooccidental se detalló en nuestro Iran Review, publicado justo después de la muerte de Ibrahim Raisi.

La presencia de Zarif en la campaña electoral de Pezeshkian es visible: aparece a menudo en actos publicitarios. El grupo reformista, partidario de la retirada de Irán de la alianza euroasiática y de un giro hacia Estados Unidos, ve en Pezeshkian su principal esperanza. La influencia de este grupo alcanzó su punto álgido en 2015, cuando se firmó el “acuerdo nuclear” en contra de los intereses de Irán, pero desde entonces ha sufrido un serio declive. Tras la victoria de Raisi en las elecciones presidenciales de 2021, los reformistas fueron prácticamente desalojados del poder, y ahora ansían vengarse.

Un fuerte descontento público subyacente en Irán podría jugar a favor de Pezeshkian. Este descontento, con la ayuda de sus servicios de inteligencia, Occidente intentó utilizarlo activamente contra el actual gobierno iraní en 2017, 2018 y 2019. En las elecciones presidenciales de 2021, la participación fue de un mínimo 48%, y Raisi, que murió en un accidente aéreo, sólo obtuvo el 62% de los votos. En 2022 y 2023, cuando el motivo de las protestas fue la muerte de Mahsa Amini en una comisaría, el blanco de las críticas ni siquiera fue Raisi, sino el propio ayatolá Jamenei.

Por supuesto, la victoria de Pezeshkian no está predeterminada. El mero hecho de que se le permitiera participar en las elecciones demuestra que las autoridades iraníes confían lo suficiente en sus capacidades. El bando conservador también se está concentrando todo lo que puede. Por ejemplo, el candidato conservador Alireza Zakani se negó a participar en las elecciones en favor de otros políticos conservadores, Jalili y Ghalibaf, pidiéndoles que formaran una coalición para que Pezeshkian no ganara. Sin embargo, es una incógnita si le harán caso. Según los jefes de gabinete de Galibaf y Jalili, ninguno de los dos abandonará el partido en favor del otro. Esto facilita la tarea de Pezeshkian y de las fuerzas que le apoyan.

Ya está claro que la apuesta de Occidente en Irán no es la victoria de “su” candidato, sino las protestas internas por los resultados electorales. Que, aunque no derriben a los dirigentes -y no nos referimos al gobierno laico, sino al ayatolá Jamenei- debilitarán en cualquier caso a Irán. Y le obligará a buscar compromisos con Occidente, “reconstruyendo” la estructura de la sociedad y la política exterior para tener en cuenta el actual equilibrio de poder.

Hasta ahora, según los sondeos, ninguno de los candidatos ha obtenido el 50% de los votos, lo que significa que las elecciones pasarán a la segunda fase. Lo que, como sabemos, es la base de “Maidans” de diversa índole. Irán también entiende esta perspectiva. El 21 de junio, durante las oraciones más multitudinarias, influyentes imanes advirtieron a los ciudadanos sobre intentos de rebelión tras las elecciones, instándoles a no participar en ellos y, en su lugar, a apoyar a los candidatos que sigan el rumbo nacional.

En cualquier caso, pronto veremos multitudes enfurecidas de mujeres y jóvenes en las calles de las ciudades iraníes. La cuestión es cuánto tiempo podrán los organizadores de los disturbios apoyarlos financiera y organizativamente, y con qué rapidez harán frente a la situación las autoridades. Así pues, la principal batalla de Irán está aún por delante.

 

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