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¿El llamado ‘choque de civilizaciones’ elegido por las élites globalistas se desarrollará bajo un modelo convencional de guerra militar global?

Es más que claro que las élites globales ya han optado por la guerra, advierte Jhosman Barbosa. Si se lleva a cabo con armas convencionales o nucleares, es algo que sólo los historiadores sobrevivientes podrá relatar como testigos, pero no a la Historia en sí.

 

Jhosman Barbosa

Es difícil hacer un análisis prospectivo con un limitado acceso a fuentes no abiertas o de baja circulación pública. Seguro en este momento hay personas, grupos de interés, tanques de pensamiento, gobiernos, así como agencias de inteligencia con una visión de 360° conocedores o fabricantes de los guiones que están escritos respecto a la reconfiguración global actual, posiblemente decidida en un choque militar y civilizatorio. Otras falencias se avistan al no tener conocimientos técnicos en ciencias militares ni profundidad en cuanto a las doctrinas militares dominantes. ¿Qué queda? Primero, reconocer las falencias. Luego, hacerse de las herramientas de la verificación y el discernimiento general y esquivar menciones a los detalles que son terreno de los expertos, los que serán consultados. Bajo tales premisas, abordaré, por esta vez, el tema en primera persona.

En esta primera parte aclararé desde una orilla epistemológica no hegemónica cómo entiendo a la geopolítica clásica, la hegemonía, lo civilizacional y lo militar. En otras tres entregas desarrollaré los siguientes tres temas, partiendo de la posibilidad afirmada de choque: ¿Cuáles serán las alianzas y los bloques? (Segunda entrega); ¿Es posible la neutralidad? (Tercera entrega); y finalmente, ¿Cómo se comportará América Latina y el Caribe? (Cuarta entrega).

¿Vivimos el mundo de Mackinder, Mahan, Spykman o Brzezinski?

No es mi propósito detallar la línea de desarrollo de la geopolítica. Sin embargo, es clave señalar aspectos de continuidad y cambio que cimentan la vigencia o consistencia de tales teóricos de acuerdo con los intereses reales de occidente, pues como se puede verificar todos coadyuvaron a la formación de la idea occidental excepcional y hegemónica actual.

Considero que todos forjaron su análisis y sus concepciones de expansión y dominio de espacio geográfico, geoeconómico y geo-demográfico -super puestos como totalidad- en el marco de una realidad tecnológica específica. Así, los dos primeros veían los océanos, las masas continentales, las geografías planas o escarpadas, desde unos tiempos de avance de ejércitos a pie, caballo o insipientemente motorizados. El avión entra como posibilidad de guerra -reconocimiento, desplazamiento y bombardeos- hasta 1915. El mar se entiende -aunque en esto puedo errar- como un espacio a ser copado por grandes embarcaciones, a la usanza de la tradición más antigua mediterránea, que evolucionó hacia la ostentación de portaaviones, para copar las zonas no terrestres y rodear con capacidad agresiva o disuasoria. Los dos últimos vieron parte del desarrollo de los transistores, las micro ondas, -aunque Spykman muere en 1943- el campo satelital, las telecomunicaciones, la electrónica y ya Brzezinski los sistemas que ahora devienen en aplicaciones más complejas que implican la llamada ‘inteligencia artificial’ así como la evolución de los materiales y la nano tecnología, entre otros. Todas estas novedades aplicadas al dominio y la innovación militar permiten el dominio del espacio geográfico y cambia la visión del mundo en tanto espacio a controlar.

Pero, ¿implica eso que el llamado Heartland de Mackinder o el Rimland de Spykman sean vigentes? Es clave señalar que la geopolítica clásica se destaca por un carácter agresivo, con iniciativa de dominación y por ende rastrea los espacios geográficos tanto más ricos en recursos como los densamente poblados en tanto tienen una capacidad implícita económica y comercial. Las bases tecnológicas y científico técnicas se aplicarían sobre tales recursos y zonas, así como las recetas socio-económicas para disciplinar los gastos y mantener a perpetuidad la búsqueda y el anhelo del desarrollo en tales regiones. Tanto Heartland como Rimland implican un carácter dominante, ora alemán ora estadounidense y ponen su atención en el gran espacio euroasiático el primero, siendo el segundo un espacio de envoltura del primero que va: de sur a norte desde Lisboa hasta la península de Kamchatka y de noroeste a sureste, de Países Bajos a la península arábica, India, Camboya, Corea del Sur y China. Este espacio hoy, exceptuando a Europa, concentra más de 4700 millones de habitantes y tiene entre sus países más relevantes a India, China y Rusia, como parte del bloque BRICS+ y otros países con demografías significativas y crecientes como Brasil -parte de BRICS+- e Indonesia.

En mi concepto estas definiciones de carácter geopolítico son relevantes desde una perspectiva colonizadora y hegemónica que da por supuesto que la América Latina y el Caribe (cerca de 630 millones de habitantes) y África (1487 millones de habitantes) les es propia o controlada por el llamado occidente colectivo. Ese ya no es el caso o está cambiando, como se aprecia con la expulsión de Francia de sus ex colonias en África. América Latina y el Caribe son una zona de vaivenes desde el neoliberalismo al progresismo -que no es izquierda- donde la impronta fascista se va acentuando en gobiernos como el argentino, ecuatoriano y quizá el salvadoreño. Esta zona entró en los análisis de Spykman para delimitar el área de injerencia estadounidense intocable y celosa. Esto también está en disputa. No está demás mencionar la fractura interna de la nación estadounidense y los graves problemas de pauperización, drogadicción, crisis demográfica blanca, la migración que desborda la noción clásica de ejército de reserva y la animadversión general por guerras ajenas al interés ciudadano como las protestas de las universidades más prestigiosas de EE. UU. en contra del genocidio al pueblo palestino en Gaza.

El nuevo mundo metido de lleno en una dolorosa transición y repunte de tecnología (plusvalía extraordinaria de guerra) deja obsoletas estas teorías o al menos cuestionables debido a:

Hablar de un centro, un espacio geográfico más relevante que otros, contraviene la idea de un mundo multipolar y policéntrico.
Por lo anterior, no se puede considerar al Heartland o el Rimland como articuladores globales desde una lógica amplia anti hegemónica, siendo tales teorías concebidas para la hegemonía.
Ni el mundo ni sus civilizaciones son estáticas. La geografía puede cambiar, el clima y por ende las cosechas. Ahora se aprecia el nacimiento de una ruta marítima del ártico con el deshielo, clave y rentable. El canal de Panamá se está secando, etc.
En términos de desarrollo de potencialidades de crecimiento, hasta ahora China se está planteando el asunto del equilibrio y la redistribución como prioridad antes que la búsqueda de un techo o crecer incesantemente; problema que experimentan los países occidentales al llegar a topes de bienestar y desarrollo que no son prolongables sino mediante explotación de terceros países y el recorte de la calidad de vida de sus propios ciudadanos. Las zonas asiáticas, africanas y latinoamericanas no han llegado siquiera a un rango medio de desarrollo en los términos clásicos que ello implica, lo que permite argumentar que son zonas inevitablemente potenciales en crecimiento y lejanas de un techo; razón por la cual tales teorías fallan. Cabe señalar que gozan de demografías jóvenes y nutridas.
Con armas hipersónicas e I.A. integrada como instrumentos de un Ciber panóptico -visión global en tiempo real- el mundo es mensurable y controlable por las potencias tecnológicas y presionadas en tiempos de guerra por la innovación; lo que ha concretado una plusvalía extraordinaria de guerra y que deviene en la dominancia asimétrica militar de Rusia y China, aunque la misma acumulada por la amenaza constante de EE.UU. y sus socios en el pacífico e Europa.
¿Qué civilizaciones y discursos chocan?

El cubano José Martí señalaba en el siglo XIX que no había razas sino una sola: la humana. Un análisis y seguimiento al devenir humano planteado desde la propia visión clásica de las migraciones y el poblamiento debería decirnos hoy en pleno cambio de un mundo afincado en una genealogía de élites que nacen o mueren y soportado en disputas desde los clanes, a los reinos, imperios y Estados-Nación, que nos componemos de básicamente lo mismo y lo que vivimos es un choque de la civilización humana en sí, la más aguda de nuestra breve historia como especie biológica superior.

Con esto no quiero negar que, por intereses de etnia, clase, religión, género y herencia, se han antepuesto excusas a esta noción universal de una sola civilización: la humana. Lo que Samuel Huntington llamó ‘guerra de civilizaciones’ no es más que la afirmación de tales intereses y éstos sí han generado discursos, que no son otra cosa que la puesta en escena de adjetivaciones y códigos derivados en cada periodo histórico determinado dentro de la historiografía local, regional y global. La configuración de lo que se denominó comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo – socialismo y neoliberalismo, segmentó grupos humanos denominando o derivando a los mismos como ‘civilizaciones’. También, una forma de recorte de procesos que son describibles; por ejemplo, civilización griega, romana, azteca, inca, persa, china, de Mali, Tombuctú u otras apostadas en regiones como civilizaciones a lo largo del Nilo, Eurasia, Europa etc., les caracteriza un grado de desarrollo o complejidad en su arquitectura social, económica, política, religiosa, científica y ética.

Considero que estamos chocando con nosotros mismos a partir de los discursos derivados y desarrollados desde un largo proceso histórico que en aras de la defensa de la memoria local -tan necesaria para crear identidades y cohesiones nacionales- han sido instrumentalizadas por estas élites de etnia, clase, religión, género y herencia para proteger intereses propios. Y esta es sin duda una realidad. Que lo enuncie de esta forma -que puede parecer al lector incorrecta o romántica- no exime que esté aconteciendo una sangrienta disputa. Me era necesario llamar la atención de tal hecho: es una guerra entre nosotros mismos y donde los bandos tienen dos tendencias antagónicas: el llamado occidente colectivo que marcó en agosto de 1789 un estilo de convivencia como regla para el orbe imponiendo como forma universal de participación a la denominada ‘democracia’. Desde allí apalanca todo su discurso que hoy toca su más patético rostro en el ‘orden basado en reglas’ y la decrépita Organización de Naciones Unidas. Por otro lado, siguiendo el juego a tales factores dominantes occidentales, se encuentran los países que persisten en afirmar esa misma suma de valores sin crítica tajante, para mi gusto. ¿Por qué no romper sin guerra bélica o anticipando a la misma con la hipocresía y la obsolescencia del Consejo de Seguridad? ¿Qué pueden decidir Francia, Estados Unidos y Reino Unido en un trio llevado por la batuta estadounidense sin China y Rusia? Entiendo a la paciencia y a la larga duración y también recuerdo aquella frase: los dioses se burlan de quienes planifican. Es necesario decir ya que la democracia tal cual la hemos padecido durante casi tres siglos no es la forma más elevada ni única de consenso, disenso ni participación. En ese espectro y como historiador doy fe de ello, el propio proceso de declive occidental parirá una nueva categoría y conceptos acorde con las nuevas experiencias históricas. Es decir, no podemos inventar nuevas palabras para cosas que apenas nacen. La historia nombra lo que se decanta de las estructuras, no de las coyunturas; esto es manía de futurólogos y periodistas.

En tal orden de ideas, dentro de la civilización humana y cada orilla salvaguardando intereses, encontramos a los que quieren continuar los privilegios que niegan derechos en nombre de la democracia y los que quieren ampliar los privilegios a todo el mundo al punto que se decanten en derechos. Aquí encontramos el papel fundamental multicultural de los BRICS+ y una responsabilidad por sacar a la humanidad del ciclo tautológico de guerra consigo mismo y termino con el propio José Martí con quien inicié: Todo hombre [humano] verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.

Si esto pasa, si esto se consolida en doscientos o trescientos años a partir de las nuevas arquitecturas y bloques de integración, quizá podríamos llegar a la visión de un memorable occidental -o euroasiático, si se tiene en cuenta que Königsberg es ahora Kaliningrado y por ende ruso-, este año de aniversario por su natalicio número trescientos, Emanuel Kant, y su Paz perpetua. Y permítanme una cita del autor:

La paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza –status naturalis-; el estado de naturaleza es más bien la guerra, es decir, un estado en donde, aunque las hostilidades no hayan sido rotas, existe la constante amenaza de romperlas. Por tanto, la paz es algo que debe ser «instaurado»; pues abstenerse de romper las hostilidades no basta para asegurar la paz, y si los que viven juntos no se han dado mutuas seguridades cosa que sólo en el estado «civil» puede acontecer, cabrá que cada uno de ellos, habiendo previamente requerido al otro, lo considere y trate, si se niega, como a un enemigo.

Antes de seguir, permítanme una puntualidad. Kant da la razón a los reclamos de seguridad de Rusia a la OTAN en tanto no puede haber seguridad propia a costas de otros.

Continuando, superar la guerra intra civilizacional humana, encausada por discursos-intereses derivados del proceso histórico humano implica la superación de la animalidad irracional y obligar un hecho no natural pero SÍ humano civilizacional: instaurar la paz respetando los intereses y singularidades de los otros. Ahora bien, no estaría de acuerdo con Kant en que solo sea la forma republicana la adecuada como modelo. Latinoamérica y África, particularmente, un día deberán parar esa simulación. Está por verse si el acumulado efectuado por el comunismo está en verdad fracasado y lapidado o emergerá como la forma más avanzada y capaz de articular este tipo de paz.

De esta forma lo militar, solo es la expresión del agotamiento de los diálogos económico-políticos y los límites de la competencia intra clasista de élite. Esto lo analicé desde una perspectiva leninista en tres entregas antes del inicio del conflicto militar caliente y abierto entre occidente (EE.UU. + Europa + Japón, Corea del Sur y Australia) y oriente (Rusia y China) en febrero 2022, en términos de la transición de contradicciones no antagónicas hacia las antagónicas.

Si tomamos la muy famosa frase de Clausewitz sobre la guerra como continuación de la política por otros medios, y la complementamos con la frase de V. I. Lenin acerca de la política como economía concentrada, encontramos que la economía de guerra es la optimización comercial y científico técnica -que deriva o anhela la plusvalía extraordinaria- de los lobbies de élite resolviendo escalas de negocio no necesariamente militares para una nueva época de ‘paz’ relativa, asegurando privilegios de etnia, clase, religión, género y herencia que se proyectan como continuidad de su ideología en los partidos y la política. El poder solo sirve si se hereda. Solo Aquiles -o Aquiles entre muchos otros- pensó en una gloria no heredada y no tuvo hijos.

Es claro que ya hay un conflicto, que las élites globales optaron por la guerra y si es con armas convencionales o nucleares, solo son calidades que solo interpelan al historiador en su subsistencia y sobrevivencia como testigo, pero no a la Historia en sí. Estamos en la Tercera Guerra Mundial. Si no lo sabían, bienvenidos.

En la segunda entrega abordaré ¿Cuáles serán las alianzas y los bloques? en esta transición y posible choque, aclarado aquí en esta primera parte en sus conceptos centrales.

 

El plan anglo-estadounidense para convertir el conflicto de Oriente Medio en un choque de civilizaciones debe contrarrestarse atacando el sistema financiero transatlántico

 

Fuente:

Jhosman Barbosa, en Strategic Culture Foundation: ¿Habrá choque civilizatorio como choque militar en modo guerra global? 1 de mayo de 2024.

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